POR EL CAMINO DE LA INNOVACION POLITICA

Hoy hemos aprobado otra norma muy importante, el reglamento que va regular la iniciativa ciudadana europea. Este reglamento va  a permitir a la gente ejercer su derecho a presentar iniciativas legislativas sobre temas europeos ante la Comisión europea para que pueda iniciarse un procedimiento ante el Parlamento Europeo. Esta posibilidad se incluyó en el tratado de Lisboa y para convertirla en realidad necesitaba de esta regulación. 

El texto original que nos envió la comisión ha salido francamente mejorado tras su paso por el parlamento. Para empezar será más fácil ejercer este derecho. En la primera propuesta el que quisiera animarse a plantear algo debía recoger 300.000 firmas para que la comisión examinase su propuesta. Si era admitida a trámite tenía que recopilar otras 700.000 en al menos nueve estados de la unión. Ahora bastará con que un comité promotor formado por siete personas de otros tantos estados plantee una iniciativa. Eso obligará la comisión a pronunciarse, a decir si es o no admisible a trámite. Para decidir deberá sopesar si el asunto propuesto entra dentro de las competencias de la unión europea.

También se ha rebajado el número de países que deben tomar parte en cada iniciativa. El Tratado de Lisboa dice que los proponentes deben provenir de un «número importante» de los Estados miembros. La Comisión y el Consejo planteaban en su propuesta que esta cifra debe ser de al menos un tercio de los Estados miembro, mientras que se ha aprobado que la quinta parte (siete estados) sea suficiente.

También se ha simplificado el proceso de recogida de firmas mediante la supresión de la obligación de dar un número del documento de identidad al registrarse. El nombre del firmante, dirección, nacionalidad y la fecha y lugar de nacimiento será suficiente.  Corresponderá a los Estados miembros verificar la autenticidad de las firmas. La edad mínima de los firmantes, al apoyar una iniciativa de este tipo debe ser de la edad establecida en cada Estado miembro para poder participar en las elecciones al Parlamento Europeo

En el texto se han incluido también tres mecanismos de ayuda para el ejercicio de este derecho en el proyecto de directiva. La comisión deberá editar una guía de uso para que la ciudadanía sepa cómo ejercer este derecho de participación. Habrá además una mesa técnica que ayude a los promotores en el desarrollo de sus iniciativas. Finalmente cualquier texto que alcance el millón de firmas tendrá derecho a ser debatido en una audiencia pública organizada por la comisión y el parlamento. Si todo va bien en un plazo no superior a un a o cualquier ciudadano podrá impulsar sus propias iniciativas europeas. Aquí me veis mientras nos preparábamos para un debate que grabamos ayer para la televisión sobre este tema. Se emitirá el viernes en la «2».

En mi opinión este procedimiento abre una gran oportunidad para que las regiones, en esa condición puedan encontrar un camino realista para superar los déficits en ocasiones escandalosos que  tiene la articulación europea en lo que respecta a su respeto a estas realidades institucionales. En esa tarea los parlamentos regionales pueden jugar un papel estelar como catalizadores de cualquier iniciativa o inquietud que surja desde las sociedades a las que representan.

 

Además esta posibilidad va a ser todo un reto para las personas con más ganas de participar e implicarse en los asuntos públicos a nivel europeo. Soy de las que creen que en la sociedad en que vivimos, la sociedad de la innovación y el conocimiento, hay que ser capaz de aprovechar todo lo que sabe la gente y lo que está dispuesta a aportar especialmente en los temas que le afectan y le preocupan. De esas aportaciones salen muchas veces grandes ideas. La participación es pues, para empezar, es una cuestión de gestión eficiente del conocimiento disponible.

Hay que recuperar la confianza de la gente en la política y los políticos. Pensemos en los papeles de wikileaks.  Los mismos que dicen en la tele que investigaran el asesinato de Couso hasta sus últimas consecuencias, o que defienden la autodeterminación del Sáhara dicen lo contrario en la embajada USA. Convivimos también con casos de corrupción o piruetas asombrosas como la que permitió ayer a Berlusconi conservar su puesto de primer ministro. Por eso la gente pierde la confianza en la política. Una de las maneras de recuperarla es estimulando la participación, abriendo los procesos de decisión a las aportaciones y haciéndolos transparentes.

La democracia representativa no puede permanecer ajena a los cambios sociales si quiere seguir siendo útil. Antes la gente podía conformarse con votar cada cuatro o cinco años. Ahora la sociedad funciona de otra manera. Hay comunidades virtuales muy especializadas en áreas de conocimiento o en ámbitos de interés que reclaman participar y saber.  No se pueden frustrar esas expectativas.

Todas estas realidades nos van a obligar a hacer un esfuerzo, a quienes nos dedicamos en la política, para reciclarnos, lo mismo que ocurre en otros sectores de actividad. Tenemos que poner en marcha otras formas de trabajar en las que la visibilidad va a estar al menos compartida. En la política 1.0 hablábamos con la gente a través de los medios tradicionales. En esta política 2.0, que va a conformar una democracia deliberativa, tenemos que ser visibles en otros ámbitos y ejercer liderazgos horizontales, más constructivos, basados en otras técnicas y apoyados en otros lenguajes. Ese es otro de los retos que tenemos que abordar y que directivas como las que hemos aprobado hoy hacen inaplazable. Es lo que me gusta llamar «innovación política», una forma de hacr más próxima, más humana. Algo obligatorio si queremos seguir siendo útiles a la sociedad.

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