PEDIGREE EUROPEISTA DESDE 1933

Esta mañana hemos tenido en Estrasburgo uno de los debates más importantes del año, el del Estado de la Unión. Me ha gustado el discurso del presidente Juncker, poniendo en valor las ventajas de ser europeos, recordando su utilidad y denunciando que los egoísmos y la amnesia están poniendo en peligro la única solución de garantía que podemos oponer a los grandes desafíos globales.

Por supuesto he estado muy de acuerdo con la intervención de nuestro presidente de grupo Guy Verhofstadt, flamante negociador en representación del Parlamento Europeo del expediente del Brexit y que ha utilizado buena parte de su tiempo en reflexionar sobre la inutilidad de los muros que populistas y estatalistas europeos defienden como respuesta a corto plazo frente a las incertidumbres que plantean los acelerados cambios que vivimos. La lógica del avestruz normalmente acaba con el pobre pájaro en la cazuela. Aquí tenéis tres momentos estelares de su discurso:

Hablando sobre la inutilidad de los muros:

Sobre la inutilidad de las soluciones nacionales contra los problemas globales:

 Explicando tres mejoras fundamentals para consolidar la union:

Opinando sobre el Brexit :

El debate, solemne, estaba básicamente reservado a los presidentes y portavoces de los grupos, por lo que había muy pocas oportunidades de conseguir intervenir en el pleno. Por eso he decidido utilizar este blog para, al menos, plantear una reflexión desde quienes tenemos en el apellido de nuestro partido el término nacionalistas porque vivimos en estados con algunos partidos y gobernantes chapados a la Antigua. Allí ese término, nacionalistas, refiere mejor que otros que en los genes y en la convicción somos europeístas. Porque nuestra rebelión, lejos de reivindicar un muro, como equivocadamente leen los verdaderos nacionalistas que habitan y se agitan en los estados nación europeos, pretende integrar nuestra diversidad en un proyecto común, inclusivo, basado en la libre adhesión y en la consideración de la diversidad como un valor, no como un estorbo.

Esta idea, desde luego, no la entienden muchos de los mandatarios que se aferran a una visión caduca de lo que es nación, soberanía e identidad en el estado que nos contiene. No entienden  que  diversidad es una riqueza, no una molestia, un estorbo, un marrón que gestionar. No entienden que tiene una expresión mucho más amplia que nuestra identidad cultural o lingüística. Tiene también una vertiente económica. Cuando se empeñan en aplicar recetas que no contemplan esta realidad arruinan la filosofía de muchas políticas europeas que parten de la base de que las políticas a la carta son básicas para fortalecer una union basada en la diversidad. Cuando centralizan fondos y programas como el de la Garantía Juvenil que funcionarían mucho mejor ajustándolos a las necesidades de cada tejido productivo y al perfil educativo y socio-cultural de cada comunidad.

En Bruselas, como vimos ayer con el tema de la innovación, ya se van dando cuenta de que muchas de las lógicas estatales no sirven para promover la economía real que es también diversa en los estados miembros. Nosotros somos un país industrial y padecemos n demasiadas ocasiones políticas estatales energéticas, de empleo, etc. que están pensadas para otra realidad.

Por eso hoy me ha parecido oportuno recordar que no hay europeísmo más convencido que el que se impulsa desde las naciones que nunca hemos vivido de gestionar fronteras. He querido sumarme así, a las críticas que diversos líderes europeos han lanzado contra el populismo que amenaza con acabar con el proyecto europeo y que tiene su origen en olvidar lo que costó conseguir las virtudes del sueño europeo. Frente a esa tentación ha recordado que lo que convierte nuestra diversidad en una suma, en ese valioso “nosotros” se llama Europa.

Creo que como ha hecho hoy el presidente Juncker hay que poner en valor las ventajas que aporta a la ciudadanía ser europeo. Nosotros lo tenemos tan claro que desde la década de los treinta esta idea anima la acción política de EAJ-PNV. Por eso me parece muy interesante especialmente para poner en evidencia a quienes siguen hablando de nosotros con el “raca raca” de lo que no somos exhibir el cartel con el que anunciamos el Aberri Eguna de 1933: Euskadi Europa. Esa imagen, la participación de nuestros líderes en los Nuevos Equipos Internacionales y la fundación de la Democracia Cristiana Europea, nuestras aportaciones a los debates que dieron lugar al tratado de Roma demuestra que hemos superado hace décadas conceptos antiguos sobre identidad, soberanía y estado y nación a los que siguen aferrados los que en nuestra realidad política se autodenominan “constitucionalistas”. Una manifestación alcanforada del nacionalismo estatalista de toda la vida. Ese que, si, pone los territorios, la integridad territorial, por encima de la voluntad de los ciudadanos. Ese que se formó en el nacionalismo etnicista que se estilaba en las escuelas franquistas y que no es aventurado suponer que alguna responsabilidad tendrá en los problemas que hay en algunos sectores de la sociología española para entender la simple idea de la diversidad.

Por eso mismo quiero recordar que Paz, Libertad, Democracia, Diversidad, convivencia, estabilidad, seguridad, desarrollo económico con desarrollo social, pluralismo, prosperidad, igualdad, fraternidad, solidaridad, cooperación, potencialidad, fortaleza, acogida, asilo…son algunas de las virtudes del sueño europeo. Están en riesgo porque olvidamos lo que costó conseguirlas. En esa amnesia pescan las malas artes de algunos estados que son más proteccionistas que promotores y el populismo de los políticos que viven de la irresponsabilidad que ha criticado el presidente Juncker: Los éxitos propios, los fracasos de Bruselas”.

Frente a esa tentación, frente a esas prácticas, hay que poner en valor las soluciones globales, que debemos construir juntos. La única respuesta efectiva contra las amenazas globales. Vascos, catalanes, escoceses, croatas, búlgaros, alemanes, españoles, franceses…no deberíamos olvidar nunca que lo que mantiene nuestra diversidad y la convierte en una suma, en ese valioso nosotros, se llama Europa.

No me resisto a recordar que como en los anuncios de las compañías con solera, los del PNV tenemos la legitimidad de quiénes, desde 1933, reivindicamos Europa en nuestra fiesta nacional. Ese apellido común que tanto apreciamos quienes no entendemos la lógica de los muros porque jamás hemos vivido de gestionar fronteras.

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