SERIEDAD REALISMO Y DIGNIDAD PARA LA PAZ EN COLOMBIA

Hoy hemos tenido un interesante encuentro con el Presidente de Colombia Juan Manuel Santos, un mandatario al que admiro por su coraje político y visión de estado. Así empezaba su intervención: “Colombia iba camino de convertirse en un país fallido. Por eso hace cuatro años propuse un proceso serio, realista y digno”. Por eso la decisión tenía mucho riesgo. Hoy, con el viento a favor en su país y en las instituciones internacionales es fácil pronunciarse a favor de ese proceso. Pero cuando se inició de verdad, cuando había que tomar las decisiones la situación era muy distinta. De aquellas fechas data esta entrevista que, como hoy, el presidente tuvo la amabilidad de concederme en un viaje a Bogotá como vicepresidenta de la comunidad Andina.

Quiero recordar que entonces estaban pendientes unas elecciones y que uno de los quicios del debate pivotó sobre el sí o no al comienzo de este proceso. Os voy a tocar una música que quizá os suene. Santos planteó el comienzo de un proceso sobre la base del diálogo, reconociendo las víctimas causadas también por la violencia estatal o para estatal y utilizando el principio de justicia transaccional como instrumento de trabajo con las víctimas. No se habían detenido las acciones terroristas y algunos de los agentes llamados a la mesa de diálogo figuraban (y figuran) en la lista de organizaciones terroristas internacionales que manejan las instituciones internacionales y en particular la Unión Europea.

Colombia se jugaba en el envite la paz, el final de un conflicto con manifestaciones violentas que se ha llevado por delante decenas de miles de personas, que altera de modo profundo la convivencia y el normal desenvolvimiento de la vida cotidiana y que, por supuesto ha sido el lastre más importante para el desarrollo económico de un país como Colombia con un enorme potencial. Sin ese crecimiento es imposible también la muy necesaria justicia social, la lucha contra la pobreza extrema, el necesario desarrollo social que permite a toda la ciudadanía percibir lo que significa el progreso. Cabe recordar además que en ese contexto de violencia uno de los factores que más facilitan la captación de personas para integrar organizaciones armadas es precisamente la pobreza, la desesperación. Nada se pierde cuando nada se tiene que perder. Por eso resulta más incomprensible que haya costado tanto firmar el acuerdo de libre comercio. Es el mejor ejemplo de cómo una sociedad victimizada ya por la violencia es revictimizada cuando los demás les vuelven la espalda cuando más necesario es un revulsivo como ese para coger aliento.

Por eso hoy por la tarde tras la comparecencia del presidente en la Comisión de Asuntos Exteriores he querido felicitar al Presidente Santos por su coraje político. Situaciones como las que vivía su país requieren coraje y altura de miras, determinación. Ese liderazgo ha sido clave para llegar hasta aquí y permite ser optimista de cara al futuro. Quiero expresar también, sin duda, que el objetivo final es una paz justa basada en el respeto a los derechos humanos, en la justicia social y la memoria, la justicia y la reparación que merecen las víctimas. Creo que las dos leyes básicas del proceso, la de las tierras y las víctimas son básicas para recorrer un camino que cuenta con mi apoyo, con mi admiración y porque no decirlo con algo de sana envidia por la diferencia de talla política que hay entre este dirigente y algunos de los que aquí se han dedicado a gestionar (o por mejor decir no gestionar) el proceso.

Ojalá nosotros en el País Vasco hubiésemos contado con una actitud igual de positiva dentro y fuera de España. Porque dentro quienes comprenden bien estas metodologías cuando las cosas ocurren en Colombia han demonizado soluciones que podían haber acelerado nuestro proceso de paz. Hablo, claro, del PP y del PSOE que en este asunto han ido absolutamente de la mano. En Colombia, paradoja de paradojas, esa comprensión, ese procedimiento heterodoxo de solución no solo se comparte: se aplaude.

También quiero dejar una reflexión a quienes justo desde la otra orilla, la autodenominada izquierda ponen peros al proceso colombiano porque lo ven aún imperfecto y mejorable, porque sigue habiendo problemas con amenazas y vulneraciones de los derechos humanos que soy la primera en rechazar y condenar. Creo que esas ramas importantes deben permitirnos ver el bosque. Y el bosque es que el proceso avanza y que creo que tendrá éxito. Me hubiera gustado que ese mismo espíritu crítico hubiese aflorado en esas formaciones en los tiempos del “pensamiento único” cuando discrepar de la línea oficial que imponía el aznarismo conllevaba la excomunión civil y política y el etiquetado automático como filo terrorista. Una forma de hacer que va cayendo sobre sus autores en forma de sucesivos fallos del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos. Casos que por afectar además hasta a víctimas de ETA deberían enrojecer a cualquier demócrata.

Finalmente echo de manos este espíritu pacificador desde las instituciones europeas en suelo propio. Colombia agradece este impulso político, agradece, como dice el Presidente Santos en la entrevista que encabeza esta crónica un acompañamiento que ha ayudado a cerrar el acuerdo de libre comercio o la problemática de los visados, pero sobre todo el protagonismo, el impulso y el apoyo del Parlamento Europeo a esta profunda transformación y mejora de la sociedad Colombiana.

En Euskadi necesitamos este mismo impulso para cerrar definitivamente la  triste historia de ETA y la violencia a lo que puede ayudar mucho una iniciativa como el programa PEACE irlandés. A eso nos dedicamos la pasada legislatura y a eso vamos a seguir dedicando mucho tiempo y esfuerzo en esta legislatura con el impulso en esa dirección que está liderando el lehendakari Urkullu. “Hacer la paz, ha dicho hoy Santos, es mucho más difícil que hacer la guerra. Este es un tiempo para la paz”

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